¡Hola! ¿Sabías que Borges, nuestro escritor monumento, nunca escribió cuentos de más de 11 páginas? Así que ahí va una idea para compensar la concentración que nos robó la pandemia: ¡leerlo! Además, una serie y una película que no podés dejar de ver.
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Fleabag. Fleabag, es decir, bolsa de pulgas, es una expresión que en inglés se usa para describir a alguien sucio o miserable, y también es el nombre de una comedia dramática excepcional –creada, escrita y protagonizada por la talentosísima Phoebe Waller-Bridge– cuya segunda y última temporada se emitió por la BBC hace exáctamente un año. ¿La vieron? Si no lo hicieron, haganlo: les va a durar poco (son solo 12 episodios en total), pero la van a amar.
- En el episodio 3 de la segunda temporada Belinda Friers, una mujer de negocios exitosa, lesbiana y experimentada tiene una teoría. Se la comparte a Fleabag, la protagonista. Dice –martini mediante– que las mujeres nacen con el dolor incorporado y que ese es su destino físico: “La menstruación, las tetas hinchadas, el parto…”. Pero como los hombres no tienen ese destino, tienen que buscárselo y por eso inventan sus dioses y demonios… “y luego crean guerras para poder sentir cosas”. Yo le creo a Belinda. Y siento que ahí está la clave de toda una literatura de duelos, en donde, por supuesto, los protagonistas exclusivos son los hombres. El duelo: un arte en busca del dolor menstrual.
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Borges rompe los esquemas. Quizás porque las historias de duelos siempre suponen un adversario y
porque todos nosotros ahora encontramos al nuestro (la covid), que es el mismo
tiempo colectivo e íntimo, esta semana le dediqué un rato a ese tópico tan
Borges: el duelo.
Ya sabemos, el primer cuento de Borges, “El hombre de la esquina rosada”, trata sobre un duelo. Y uno de mis cuentos favoritos, “Biografía de Tadeo Isidoro Cruz”, es el relato de un duelo metafísico, en donde el hombre se bate con un adversario en el que encuentra su destino y la revelación de su propio ser; un cuento en el que, para mí, se esconde una de las tantas claves que explican la obra de Borges (una obra que, tan borgeanamente, nunca termina de explicarse). Pero Jorge Luis, nuestro escritor insignia, el que inventó una literatura y un género, también inventó un duelo en donde los protagonistas, por una vez, no fueran hombres… ¡Esa, Georgie!
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El informe de Brodie cumple 50 años. En este libro de cuentos (que releí gracias a Santiago Llach, que está dando unos cursos imperdibles que alivian y alegran cualquier cuarentena), hay dos que tienen la palabra “duelo” en el título. Se trata de “El duelo” y “El otro duelo”. El primero, como decía, quizás por primera vez en la literatura (al menos la rioplatense) tiene a dos mujeres como protagonistas de un duelo. Se trata de la “alta y altiva” Clara Glencairn de Figueroa y de Marta Pizarro, dos mujeres de sociedad y pintoras. Pero se trata de un duelo secreto, dirimido en el arte y no con las armas. “Clara pintaba contra Marta y de algún modo para Marta”, dice el narrador.
- Y como en todo duelo, el adversario es al mismo tiempo una razón de ser: cuando Clara se muere, Marta entiende que su vida ya no tiene destino. El cuento es a la vez esa historia, ese duelo que dura una vida, y una burla a casi todo (a las vanguardias artísticas, sobre todo).
(Y si te copás con duelos femeninos, me voy de registro, pero bienvenidas todas las recomendaciones durante la cuarentena, ¿no?: Feud, la serie sobre Joan Crawford y Bette Davis protagonizadas por las genias de Susan Sarandon y Jessica Lange.)
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El otro. “El otro duelo” es un cuento que parece sacado de las páginas de “El duelo,” la novela de Conrad (esta idea también la tomé del taller de Santiago Llach, pero esta vez del comentario de Mercedes Güiraldes. Como ven estoy choreando a lo loco) en la que dos militares de las guerras napoleónicas se baten a lo largo de quince años. Aunque, claro, la de Borges es más bien una traducción pampeana y gauchesca. Y no es que el argentino no haya leído a Conrad. Justamente, de esa novela decía algo que me encanta (algo muy típicamente suyo): se preguntaba si Conrad no habría estado a punto de escribir un cuento de Kafka (como Melville en “Bartleby, el escribiente”), y si acaso no entrevió la posibilidad y después la desdeñó.
Pero lo que más me gusta de esa novela, tengo que admitirlo, es la película de Ridley Scott, The Duellists, de 1977. ¿La vieron? Es para volverse loca: Harvey Keitel y Keith Carradine en camisetas a los espadazos, casi una fantasía erótica.
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Tres preguntas a Leila Guerriero [por Javier Sinay]. La cronista disecciona la nueva cotidianidad y embiste contra la idea del hogar que, en un contexto de pandemia, ostenta confort y niega angustia.
- ¿Cuál es el deber del periodismo ante la pandemia?
Creo que viene un tiempo políticamente muy rudo en el que los poderosos, amparados en la tiranía del bien (“lo hago por tu bien, sé lo que te conviene”) borrarán, durante tanto tiempo como puedan, los cuerpos de la escena pública. Quizás el periodismo podría ayudar a pensar esos puntos ciegos, a cuestionar a los poderosos que estarán más excitados que nunca ante una ciudadanía sumisa, aplastada por el pánico. - Corrías, volabas, cazabas e ibas a eventos sociales. ¿Cómo te llevás ahora con el encierro forzado?
Me llevo pésimo con lo forzado. No soy obediente y jamás le otorgo a nadie la potestad de decidir qué me conviene. No tengo claustrofobia de casa, pero sí de barrio, de ciudad. No toda clase de vida merece ser vivida. Vivo, pero no esperen que diga “Lo paso bien porque aprendí a hacer terrinas”. Veo con repulsión cómo el hogar se ha convertido en espacio de negación de la angustia y de ostentación del confort. Veo con asco las publicidades en la tele, casas impolutas, padres e hijos comiendo platos de diseño, saltando entre almohadones de pluma. - ¿Qué fue lo mejor que leíste últimamente?
El texto “La ansiedad”, de Mariana Enríquez, publicado en la revista de la UNAM. “Animalitos domésticos”, de Foster Wallace, la única pieza de ficción que pude re-leer desde que todo esto empezó, porque no puedo leer nada de ficción. Un texto de Paul B. Preciado en El País, sobre la pandemia. Un texto de Julián Herbert sobre la pandemia. Trozos de Al amigo que no me salvó la vida, de Hervé Guibert. Por obvios motivos. Es un libro sobre el HIV.
Si sos fan de Guerriero, no te pierdas esta entrevista de Chani Guyot: Leila Guerriero: “El feminismo tiene que superar el lugar de la mujer como víctima indefensa”
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Ya que estamos de kermese y nombré tantas veces a Santiago Llach, te cuento que lanzamos juntos un club del libro, Pez Banana, así que si te da intriga, te invito a que te metas en pezbanana.club/ y chusmees.
Espero que te haya gustado el envío de hoy. Yo me retiro a seguir buscando libros. ¿Dudas? ¿Sugerencias? ¿Lecturas? Escribime, a mí o a Javier Sinay, a [email protected]
Va un fuerte abrazo,
Flor
La entrada A 50 años de un duelo de dos mujeres que rompió esquemas literarios se publicó primero en RED/ACCIÓN.