Mañana es 24 de marzo. Cuarenta y cinco años después del golpe de Estado y de lo que vino a continuación, ¿estamos listos para mirar hacia atrás sin imposiciones morales ni políticas? Mariana Eva Pérez, desde Diario de una princesa montonera, y Julián Gorodischer, desde Claudia Vuelve, creen que sí.

Plus: un libro revela qué música sonaba en la ESMA en 1976 (y esto, obvio, funciona como metáfora de lo que pasaba en todo el país).

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En 1997, cuando Mariana Eva Pérez (sosteniendo la foto de su madre, a la der.) militaba en H.I.J.O.S. participó de un escrache a Jorge Luis Magnacco, el obstetra de la ESMA. Foto: Esteban Tula Santamaría. 

Recuerdo cuánto me impresionó Instrucciones para un coleccionista de mariposas, una obra que Mariana Eva Pérez escribió siendo muy joven y que yo vi en la edición de 2002 de Teatroxlaidentidad, en la que ella le hablaba a su hermano nacido en la ESMA y luego apropiado (y localizado en el año 2000). 

Mariana Eva Pérez, generación 1977 (posiblemente el año más criminal de la dictadura), hija de padre y madre secuestrados y desaparecidos, siempre se destacó entre los herederos de los militantes políticos de los setenta. En 2012, diez años más tarde de aquel Teatroxlaidentidad, mientras iniciaba un doctorado en Alemania y era parte de la querella en la causa de la RIBA (Regional de Inteligencia Buenos Aires de la Fuerza Aérea), publicó un libro, Diario de una princesa montonera: 110% verdad

Era un diario íntimo y sensible, pero también sagaz e irreverente, con una mirada tan original que parecía una rareza entre los libros sobre el tema. Contaba su vida como hija de desaparecidos y como activista en el campo de los derechos humanos. Recuerdo cuánto me impresionó también ese libro. Y ahora el Diario… vuelve. Trae mucho más: un largo capítulo acerca de los juicios de lesa humanidad y otro sobre la academia alemana dedicada a estudiar el caso argentino. Diario de una princesa montonera, leído hoy, no pierde su toque.

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Pérez con con las compañeras de cautiverio de su madre en la ESMA (Miriam Lewin, Nilda Actis y Amalia Larralde), después de declarar en el juicio. Foto: Maru Ludueña

Mariana Enríquez elogió su lucidez, Martín Kohan la destacó como precedente para un nuevo tipo de memoria; María Moreno dice que esto es como un reality político. Todos aman a la Princesa Montonera. Los que leímos su libro deberíamos fundar un club de fans.

“La irreverencia”, me dice ella ahora, “tuvo que ver con una necesidad vital de encontrar otras palabras para hablar de esto y dar cuenta de mi propia historia: la narrativa de la apropiación me excluye porque yo no tengo ahí ningún lugar, eso es algo entre mi hermano y sus apropiadores. Entonces, ¿en qué otros términos se puede pensar este tipo de cosas? Esta búsqueda esta presente en todo el libro”. 

¿Y cómo escribe Mariana Eva Pérez esa verdad suya al 110% en Diario de una princesa montonera?

Así:

  • “En Argentina hablar de golpe o dictadura militar está totalmente demodé: esta temporada se impone el doble adjetivo ‘cívico-militar’ […] Está totalmente out hablar de derechos humanos pero eso solo lo sabe una vanguardia intelectual iluminada, patrulla perdida de los estudios de memoria, de la que formo parte”. 

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2016: Pérez declara en un juicio de lesa humanidad. Dibujo: Lito Bacaicoa

“Me parece que nosotros como generación más joven”, sigue ahora Pérez, “tenemos otras cosas para decir de los ’70, sin dejar de lado el amor y el orgullo por nuestros padres”. 

Cuarenta y cinco años después, ¿ya es hora de mirar aquel período de otra manera? “Siempre es hora de hablar de los ’70 de otra manera… y siempre lo fue, pero ¿cuáles son las condiciones de posibilidad de ese debate público? ¿Quiénes pueden participar y quiénes se animan? Porque hay que animarse a tener un pensamiento propio que no se corresponda con lo que dicen las grandes referentes de la lucha por los derechos humanos. Si seguimos repitiendo las mismas consignas de siempre (‘memoria, verdad y justicia’), se desactivan. Y lo digo sin dejar de reconocer el lugar enorme que tienen en la historia todos los que resistieron en el momento más difícil. Pero por fidelidad a esas figuras tenemos que desarrollar un pensamiento propio”. 

  • Leé acá un fragmento de Diario de una princesa montonera.

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Bienvenidos a la novela-collage. 

En Claudia Vuelve, el periodista y escritor Julián Gorodischer también ve los violentos ’70 desde una mirada nueva: se mete en el interior de la revista Claudia (en cuyas páginas había moda, psicoanálisis y política) y se queda ahí entre 1974 y 1976, justo antes del golpe de Estado, mostrando idas y vueltas entre periodistas y políticos como Isabel Perón, su ministro de Economía José Ber Gelbard y el tenebroso José López Rega, regente de la Triple A. Los otros personajes son algunas de las firmas reales que hicieron aquella revista, y otras no tan reales. Es un libro seductor, enriquecido con recortes (reales) de Claudia. Bienvenidos a la novela-collage. 

“Cortaba y pegaba”, me dice Gorodischer, “mandaba a escanear semana tras semana y me fui confundiendo entre las noticias del presente y las de un pasado en el que veía numerosos puntos de contacto con el hoy. Los recortes de revistas, las publicidades, los fragmentos de discurso político, los partes de violencia empezaron a aglutinarse en mi escritorio y en mi mente”. Esta es, de hecho, la primera novela de Gorodischer, un autor que siempre apostó en sus libros (crónicas, ensayos y cómics) por un estilo propio.

¿Qué aportó una revista femenina a ese momento político y cultural lleno de turbulencias? “Claudia fue una continua renovación periodística, un espacio en el que se reformularon concepciones sobre la condición femenina y las propias experiencias de las mujeres a las que se dirige”, me dice Gorodischer. “Fue la publicación de género que hizo historia en el periodismo de masas, un extraño ámbito de libertad de formas y estilos forjado entre la violencia parapolicial y un poder presidencial absurdo”. 

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“Cortaba y pegaba”, dice Gorodischer, “mandaba a escanear semana tras semana”.

“Mirar de otro modo, desacralizado, a los años ’70”, sigue Gorodischer, “significa sustraerlos de la cajita de los recuerdos formateados y rehumanizarlos, introducir el humor, volverlos vívidos y tangibles pero, sobre todo, establecer puentes con el hoy, mirándolos como el germen y posterior eclosión de una agenda de temas y problemas que se mantienen vigentes”.

La escritora Ariana Harwicz estuvo entre las primeras lectoras de Claudia Vuelve. Dijo: “Habíamos visto y leído muchas películas, novelas, ensayos sobre el período de la dictadura militar que va del ’76 al ’83. Y sobre el período del regreso de la democracia. Pero no hemos leído ni visto tanto ese momento previo; siempre antes de una guerra, un estallido, una confrontación, el comienzo de una dictadura militar o un genocidio, es importante ir a ver qué piensan el arte y la literatura para saber cómo se gestaba el monstruo; cómo se empezaban a instrumentalizar las mentes para llegar a eso; esa deconstrucción y ese desarmado es lo que logra hacer Claudia Vuelve”. 

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Click para darle PLAY a ‘(I Can’t Get No) Satisfaction’

Otro libro que se mete con aquellos años desde la tangente es Satisfaction en la ESMA: Música y sonido durante la última dictadura (1976-1983), de Abel Gilbert. A pocas cuadras del Estadio Obras, donde Serú Girán daba su primer concierto, en la Escuela de Mecánica de la Armada sonaban a todo volumen ‘Qué va a ser de ti’, de Joan Manuel Serrat, ‘Gracias a la vida’, de Mercedes Sosa, y ‘(I Can’t Get No) Satisfaction’, el hit de los Rolling Stones, para tapar los gritos de la tortura. 

El título de este libro shockea. Y me hizo recordar algo que escribí alguna vez, en un perfil sobre el excapitán Jorge Eduardo Acosta, a.k.a. Tigre, en el libro Los malos:

“Aquel día de marzo de 1977, Acosta, cuyo nombre de guerra era ‘Tigre’, llegó al subsuelo de la Escuela de Mecánica en un instante, excitado como un predador ante su presa. En uno de los últimos cuartitos –más allá de un cartel azul donde se leía ‘Avenida de la Felicidad’, esquivando un tocadiscos en el que atronaba ‘(I Can’t Get No) Satisfaction’, de los Rolling Stones, para ahogar los gritos de los torturados–, el Tigre Acosta se encontró con un morocho de 24 años, flaco y desnudo, a quien le habían quitado la ropa antes de atarlo sobre una camilla precaria y aplicarle las descargas de una picana eléctrica”.

Sí. Ahí estaban, de nuevo, los Stones. En fin…

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7 de febrero de 1984, revista Libre: el Tigre Acosta con vedettes.

Pero volviendo a Satisfaction en la ESMA, nos informa luego Gourmet Musical desde la contratapa: “A pocas cuadras de la sede de espionaje del Ejército, en el prestigioso Teatro Colón, ícono de la lírica internacional, se programaban óperas como Tosca o Fidelio, con escenas de tortura y flagelos a prisioneros, mientras que, puertas afuera, se discutían los alcances de las violaciones a los derechos humanos (…) Satisfaction en la ESMA expone con una escritura virtuosa y fuentes de diverso tipo el inexplorado abanico de las persistentes relaciones entre música, sonido, ruido y política en la etapa de mayor violencia estatal de la Argentina”.

“El título hizo ruido”, dijo Gilbert en una entrevista reciente. “La idea fue de Martín Sivak, idea que hice propia al instante. Mi título era Mató mil, pero consideré que Satisfaction en la ESMA presentaba problemas mayores en las relaciones entre la música y la experiencia del horror”.

  • Leé acá un fragmento de Satisfaction en la ESMA.
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Foto: @princesamonto

Hoy mencionamos 4 libros en SIE7E PÁRRAFOS:

1️⃣ Diario de una princesa montonera: 110% verdad, de Mariana Eva Pérez.
2️⃣ Claudia Vuelve, de Julián Gorodischer.
3️⃣ Satisfaction en la ESMA: Música y sonido durante la última dictadura (1976-1983), de Abel Gilbert.
4️⃣ Los malos, editado por Leila Guerriero.

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La entrada Cómo revisitar los violentos ’70 con una mirada nueva (y un poco irreverente) se publicó primero en RED/ACCIÓN.