“Las fotos hablan de una época, cobran densidad y se vuelven más atractivas con el paso del tiempo”, dice María Eugenia Cerutti, que acaba de publicar Con toda la muerte al aire, un ensayo visual que reinterpreta, en tiempos de #NiUnaMenos, un caso antiguo con una increíble potencia icónica.

Me sorprendió el libro de Cerutti, que patea el tablero del género policial, y de repente me di cuenta de que hay tantos otros lanzamientos en torno a ese mundo. La literatura criminal ha regresado y en esta edición no me ahorro algunos links autorreferenciales: yo mismo soy, un poco o más bien un poco mucho, un hijo del género negro.

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Jorge Burgos en la portada de uno de los libros de Con toda la muerte al aire.

El 17 de febrero de 1955 un crimen pone en shock a la Argentina: Jorge Burgos, cuya sonrisa nerviosa brillaba en un rostro regordete, mata a su novia, una salteña llamada Alcira Methyger, y la descuartiza en la bañadera. Luego reparte por la ciudad y los suburbios los fragmentos: deja el torso en Martín Coronado y las piernas en Lugano, y hunde la cabeza y los brazos en el Riachuelo.

Noticias Gráficas y Crítica siguen el caso arrebatados (¿quién es la chica?) y, al final, la policía identifica el cuerpo gracias a una cicatriz y a un registro médico. Desde ese momento, capturar a Burgos no es difícil. Ya pasaron 66 años: hoy hay libros que hablan de Burgos y los restos de Alcira, reproducidos en yeso, se observan al lado de otras víctimas célebres en una vitrina del Museo de la Policía Federal.

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Alcira Methyger en Con toda la muerte al aire.

“Miré el Museo con una perspectiva feminista, y me pregunté: ¿qué pasaba ahí con las mujeres muertas?”, me dice ahora la fotógrafa María Eugenia Cerutti, que acaba de publicar Con toda la muerte al aire, un sorprendente ensayo fotográfico, tan duro como original, sobre el crimen de Methyger. “Las mujeres cuyos casos están en el Museo murieron en manos de sus parejas. Y el crimen de Alcira, además, tiene muchas connotaciones: ella era del interior; él, un porteño de clase media; el amorío de ellos fue durante el peronismo y el crimen en 1955, y se sentía en el ambiente la violencia política”. 

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Jorge Burgos en la reconstrucción del crimen, en Con toda la muerte al aire..
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Una página de prensa en Con toda la muerte al aire.

Con toda la muerte al aire es un libro doble: el primer volumen reúne material de archivos y fotografías forenses intervenidas; el segundo es, junto a imágenes actuales de los escenarios del crimen, la reedición del libro Yo no maté a Alcira (escrito por el propio Burgos desde la cárcel: un testimonio mítico para los lectores de true crime). 

Yo no maté a Alcira marca la única diferencia con los femicidios de hoy”, explica Cerutti. “En esa época había un contexto social que permitía que la gente compre ese libro y que fuera un éxito con dos ediciones. Decidí publicarlo porque si no lo hacía, era como seguir tirando la basura bajo la alfombra. Ese tipo de discursos femicidas están todavía entre nosotros”. 

  • Cerutti, ganadora de algunos de los premios más importantes de su oficio (el FOLA Pampa Energía 2019 y el de la FNPI en 2008), es consciente de la combinación de horror y belleza en algunas imágenes policiales, e invoca a dos maestros clásicos: el estadounidense Weegee y el mexicano Enrique Metinides. “Yo hice un juego poético y me pensé como una detective visual”, sigue. “Ponía en la mesa de trabajo todas las imágenes que iba encontrando y buscaba en el lenguaje corporal de los protagonistas el origen de los femicidios. Busqué pensar por qué hoy convivimos con esa violencia”. 

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Una página de Con toda la muerte al aire.

El femicidio de Methyger tuvo muchísima repercusión en 1955. Luego el tiempo pasó y el caso quedó archivado en la memoria del crimen. Álvaro Abós escribió un gran libro basado en este asesinato: Restos humanos. Lo leí y me atrapó cuando, hace unos diez años, yo mismo publiqué una crónica en Ñ para la cual fui al edificio donde había ocurrido todo, y logré entrar y llegar hasta el departamento de Burgos.

  • Lo que demuestra Con toda la muerte al aire es que hay que seguir pensando en las historias del pasado porque pueden participar de nuestro presente de algún modo. “Pasan los años y las imágenes maduran”, dice Cerutti. “Hablan de una época, cobran densidad y se vuelven más atractivas. El uso de las imágenes de este caso tiene algo de los ideogramas: las fotos son como palabras o como algo más que palabras, porque la fotografía es un lenguaje en sí mismo y entre las imágenes hay asociaciones”. 

Por cierto, hace diez años no pude hablar con Burgos porque ya había fallecido, pero el caso nunca dejó de interesarme. Y creo que no me equivoco si digo que, en nuestro país, el género negro nunca había visto un libro de imágenes tan poderosas como Con toda la muerte al aire.

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El Petiso Orejudo en la revista Caras y Caretas.

María Moreno reescribe y reedita El Petiso Orejudo, su crónica sobre la vida de Cayetano Santos Godino, que es probablemente el criminal más famoso de la historia argentina (aunque Robledo Puch le disputa el primer lugar). El libro apareció en 1995… y hasta hace poco era casi igual de mítico que Yo no maté a Alcira y casi tan difícil de conseguir. 

  • “A este El Petiso Orejudo le puse dos voces diferentes”, explica Moreno en el prólogo del nuevo libro. La primera voz es la que narra la historia: una crónica policial influenciada —dice la autora— por Michel Foucault en la mirada de las instituciones y por Rodolfo Walsh en la precisión documental.
  • “La otra voz es la de ‘un novelista macabro de la más exquisita y tropical imaginación’, cita del libro Museo del Crimen de la Policía Federal, que leí mientras investigaba”. Y es inesperada esa segunda voz: aparece antes de algunos capítulos, habla en verso y construye lo que Moreno describe como “una ópera trash”.

El Petiso Orejudo es un libro en movimiento y se vuelve cada vez más ajeno a los géneros. Pero mi pasaje más leído y releído sigue siendo uno muy clásico: la entrevista real que le hicieron dos médicos forenses a Godino. 

—¿No siente usted remordimiento de conciencia por los hechos que ha cometido?
—No entiendo lo que ustedes me preguntan.
—¿No sabe usted lo que es el remordimiento?
—No, señor. 

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Lo conocí en la época en la que publicó La conexión latina, una novela de no ficción sobre un delincuente, la mafia corsa y la ruta argentina de la heroína, y eso fue hace ya más de una década. Hablo del periodista Osvaldo Aguirre, que escribió muchísimos libros: crónicas, investigaciones, novelas y antologías.

Desde entonces trato de seguir esos lanzamientos, que revelan historias desconocidas, le dan vida a personajes que podrían ser muy reales o demuelen mitos. Uno de sus últimos libros fue ¡Extra!, una antologia de 150 años de crónica policial en la Argentina, y me di el gusto de firmarlo junto a él. Pero, volviendo a lo anterior, no siempre logro estar al día con sus lanzamientos porque Aguirre publica mucho… pero mucho de verdad. 

Agrega ahora a su biblioteca la novela Leyenda negra y la antología La bolsa y la vida. La primera es la historia de una banda de ladrones, y está contada desde distintas voces, una más villana que la otra. La segunda —con Aguirre como antólogo— reúne historias de bandidos sociales conocidos (como Juan B. Vairoleto) y no tanto (como Ascencio Brunel).

  • Le pregunto por Leyenda negra: ¿es todo un mundo imaginado? Hay algo que suena a calle y a concreto. “Un buen delincuente no te pide un poder, no te pide una autorización, no toma una seña. Se maneja con la palabra”, explica el abogado de la novela. Aguirre ahora me dice: “[La novela] está basada en hechos reales de principio a fin y en un fenómeno también real: los delincuentes que se convierten en objeto de leyenda. El punto de partida fue la historia de Dámaso Herrera, cuya trayectoria en el delito seguí como cronista policial hasta su muerte en un intento de robo. Leyenda negra es un falso testimonial y al mismo tiempo una novela verdadera”.

Y conoce cientos de leyendas negras. Porque durante varios años Aguirre hizo periodismo policial. ¿Qué le dejó? “Una experiencia a la que todavía le saco el jugo”, me dice, “y una forma de mirar el mundo”.

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Más arriba dije que en nuestro país el género negro nunca había visto un libro de imágenes tan poderosas como Con toda la muerte al aire

Bueno, hablando de imágenes también debo decir que hace un par de años fue publicado un policial para niños con ilustraciones que no son violentas pero tampoco ingenuas (y si seguís SIE7E PÁRRAFOS, posiblemente sepas que la literatura infantil, a la que le dedicamos una newsletter no hace mucho, me interesa).

Me refiero a Tres portugueses bajo un paraguas (sin contar el muerto), el cuento magistral de Rodolfo Walsh (que podés leer acá) en versión e ilustraciones de Inés Calveiro. 

Estas son algunas de las imágenes…

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  • “El mayor desafío de la adaptación”, me dice Calveiro, “fue buscar una manera no tan literal sino más bien sugerente, para reconstruir la escena de un crimen. Me pareció interesante enfatizar desde el uso del color rojo, las texturas según cada personaje y las siluetas sintéticas”.

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Tres preguntas a Julián Axat. Ser titular de la Dirección General de Acceso a la Justicia (ATAJO) y también ser un poeta atento a las vueltas más extrañas de la realidad (cuyo nuevo poemario es Perros del cosmos) y más: ser un militante histórico de derechos humanos de la generación de H.I.J.O.S.; todo eso junto resulta de lo más natural, de lo menos contradictorio, en Axat.

Además, hace algunos años fue defensor oficial de menores en La Plata y se convirtió en un moscardón molesto para el statu quo por sus denuncias contra las corporaciones judiciales y policiales (como la que utilicé de base para la crónica “Rápido. Furioso. Muerto”). Ahora, en El hijo y el archivo reúne sus columnas de opinión.

  • ¿Qué es eso que llamás “el mito de los pibes chorros poetas”?
    Hay un arquetipo del mito del “buen salvaje” en nuestro país, de tipo progresista y bienpensante, que nos hace creer que la infancia pobre puede liberarse a través de una revolución contra los adultos, la policía, la autoridad, y todo aquello que puede corromper  o asesinar la bondad e inocencia primigenia. La idea de que hay pibes chorros que llegan a ser poetas es una derivación de ese arquetipo, y busca hacernos creer que existen en las villas pequeños Robin Hoods que asumen un grado de consciencia poética. De todos los pibes que atendí como defensor, jamás tomé contacto con esta realidad.
  • ¿Por qué la experiencia que tuviste como defensor de menores te movió a dejarla en poesía?
    Cuando asumí el cargo de defensor juvenil decidí armar un cuaderno de poesía para reescribir los expedientes judiciales. Me propuse que por cada defensa tenía que, en paralelo, escribir un poema. De esos cruces entre escritura y defensa, publiqué el libro Musulmán y biopoética pero también un conjunto de escrituras más en el registro de lo etnográfico que fueron a parar a una tesis de maestría: Una voz no menor. Las historias que cuento en El hijo y el archivo son situaciones de tipo aguafuertes o crónica de casos. En definitiva, busqué agotar los registros y las formas del lenguaje para mostrar que hay un vacío imposible de llenar, que tiene que ver con el Mal y el silencio, y eso está emparentado con cierta imposibilidad de la hospitalidad humana, respecto de determinados “otros” en la sociedad actual. Estamos demasiado solos, y la crueldad está a la vuelta de la esquina. El lenguaje parece algo inútil, a pesar de la literatura. El sistema informático de la Procuración registró que entre 2014 y 2018 yo atendí como defensor a más de 1.000 adolescentes. Nunca quise ser un burócrata y siento que toda esa gente está dentro mío: esos mundos, esas voces… Pero es demasiada gente. La escritura me permitió sublimar un poco la densidad de cierta dimensión, soltar energía, transformarla en otra cosa.
  • ¿Qué fue lo mejor que leíste últimamente?
    Summa Technologiae, el libro póstumo de Stanislaw Lem. Es el compendio de proyecciones futuristas de Lem, al estilo la Suma Teológica de Tomás de Aquino. Un libro que hubiera encantado a Borges. Estoy leyendo muchísima ciencia ficción, de hecho últimamente estoy escribiendo poesía de ciencia ficción (como Perros del cosmos).
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Foto: @SedEditorial

Hoy mencionamos 6 libros en SIE7E PÁRRAFOS:

1⃣ Con toda la muerte al aire, de María Eugenia Cerutti.
2⃣ El Petiso Orejudo, de María Moreno.
3⃣ Leyenda negra, de Osvaldo Aguirre.
4⃣ La bolsa y la vida, de Osvaldo Aguirre.
5⃣ Tres portugueses bajo un paraguas (sin contar el muerto), de Rodolfo Walsh, ilustrado por Inés Calveiro.
6⃣ El hijo y el archivo, de Julián Axat.

Bueno… por ahora lo dejamos acá. Podemos seguir la conversación por mail [[email protected]] o en las redes [@redaccioncomar]. Y también podés contactarme en Twitter [@sinaysinay].

  • Si querés recomendarme libros, autores o temas para tratar, o contarme si leíste algo de lo que mencionamos, ¡adelante!

Nos vemos,
Javier

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Sobre libros y escritores. Todos los martes, por Javier Sinay.

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La entrada Crimen: cómo se renueva el género literario que nunca muere se publicó primero en RED/ACCIÓN.