¡Hola amigos! En esta edición vamos a hablar sobre el cholulismo de los lectores. Por mi trabajo, conocí en persona a cientos de escritores. Muchas son las personas que fantasean con estar junto a algún autor o autora, como si hubiera un encanto especial en ellos. ¿Por qué queremos más?
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El mal hábito de la curiosidad. La escena es la siguiente: yo chocha leyendo a Rachel Cusk hasta que llamo a una amiga inglesa y me dice: “te gusta porque no la conocés, si la vieras, la matás a los 5 minutos. Es insoportable”. Y sí, pienso, lo mejor que podemos hacer con los escritores es leerlos, nada más. No sé por qué uno no aprende. Por cholulos, supongo. Y así vamos a cumpleaños, charlas y comidas con el autor del momento.
- En mi experiencia, siempre son un fracaso, siempre. Si nos gustan sus libros, ¿por qué queremos más? Es la realidad tirada de los pelos. Además, para peor, conocerlos y desilusionarnos termina siempre afectando al placer que nos daba leerlos. Curiosos y angurrientos, al cuete.
2
Mi receta. Cada cosa en su lugar y todos felices. Acepto que ir a escucharlos a presentaciones puede valer la pena. Asistir a charlas o a clases, está bien. Son eventos armados donde en general el escritor lleva un texto escrito para la ocasión. Ese tendría que ser el límite permitido.
- Pero no, curiosos como somos vamos por más y terminamos en un asado discutiendo el punto de la carne y ahí todo se va al demonio.
- Trabajando en editoriales me topé con gente que me rogaba para que le arregle un café con su ídolo. No hablo de los meet and greets. Esas son estrategias de marketing en las que el escritor actúa de sí mismo y deja a un grupo de fans encantados. Hablo de conocerlos posta, de cuando se aflojan y son ellos.
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La triste realidad. Mamita, ahí sí que están en su esplendor. Los he visto chequear la lista de los más vendidos sin perderle mirada, esperando el milagro de que el suyo avance dos lugares como si se tratara de una carrera de F1 y no de una lista estática impresa.
- Estuve en una reunión donde una escritora proponía contratar a un pintor, hacer varios retratos de ella y plagar una cadena de librerías con su cara al óleo. Anécdotas disparatadas hay miles, porque la vanidad no tiene fondo.
- Quizás la más común y repetitiva es la de escucharlos a ellos hablando de sí mismos sin parar. Pero sin parar, eh. Incluso he jugado a meter bocadillos solo para demostrar que lo que decía no importaba ni se tendría en cuenta para el diálogo.
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Ego Trip. Un clásico que siempre decía en esos juegos era: “me compré una camaleón a chorro en la Plaza Roja”. Frenaban, callaban un segundo, algo les sonaba raro, pero entonces retomaban el hilo y seguían con su ego trip. No pare, siga, siga.
- Qué bárbaro elegirte a vos mismo como tu mejor opción. Ser tu propia aventura. La mejor. El tema es proporcional, nadie tiene tantas anécdotas. Una graciosa, otra curiosa y después lo de todos: el clima y la inflación. No saben frenar a tiempo.
- Un editor con el que compartimos las noches de los ‘90 junto a varios pintores me dijo cuando ambos entramos a trabajar en editoriales: “¡Vos te quejabas de los pintores porque no conocías a los escritores!”. Tenía razón. Fuera de broma, quedarse con sus producciones creo que es el mejor negocio. A favor de ellos: ¿hay algo más perfecto que un libro?
Y aquí, los libros de no ficción de la semana:
Opus Gelber, de Leila Guerriero, comentado por Ana Wajszczuk. ¿Me interesa leer sobre la vida y el arte del pianista argentino Bruno Gelber? Para nada. ¿Me interesa leer sobre la vida y el arte del pianista argentino Bruno Gelber contado por Leila Guerriero? Definitivamente. A esta altura, quien se haya topado con algún libro o artículo de esta periodista tiene claro que no sabe con qué va a encontrarse cuando empiece la lectura, pero sí sabe que leerá una historia que le provocará un interés supremo. Esa es la clave y el corazón de un buen texto periodístico, y en ese sentido Leila Guerriero nunca defrauda. Aquí, el comentario completo.
Lenin TV, de Brueno Bauer, comentado por Federico Poore. Comprar dólares, escaparle a la batalla cultural, planificar a mediano plazo. Al listado de “figuritas difíciles” en los años del kirchnerismo tardío habría que sumarle las chances de dar con una mirada humorística no reaccionaria que acompañara aquellos años en los que vivimos en peligro. Por suerte, la sátira política en Argentina existe (y resiste) más allá de Jorge Lanata, Alejandro Borensztein o Nik. Hablamos de Bruno Bauer –seudónonimo del periodista, editor y docente Alejandro Galiano– y su resucitado líder revolucionario ruso, ahora convertido en conductor de un programa televisivo de interés general. Aquí, el comentario completo.
¡Gracias amigos! Espero que alguno de estos libros haya llamado su atención. Quedo a la espera de sus comentarios. ¡Los leo todos!
Saludos,
Flor.
La entrada De cuando la curiosidad (o el cholulismo) mata al lector se publicó primero en RED/ACCIÓN.