Después del éxito de Cometierra, Dolores Reyes presenta Miseria, una continuación de la historia con más misterio, adivinación, muerte y, al mismo tiempo, con un embarazo adolescente.

Asaltando el mainstream desde los márgenes, Reyes repasa en esta entrevista su adolescencia punk y los años de fanzines y de noches en Cemento, y explica cómo es su proceso creativo: “la combinatoria de palabras excede mucho a la significación de las palabras: algo se descubre en el momento de la escritura”.

Plus: en Las chicas al frente, la periodista Sara Marus cuenta la historia del movimiento Riot Grrrl. 

Y le doy un vistazo a los 25 años de Rolling Stone.

1

En su brazo izquierdo, Dolores Reyes lleva el tatuaje de una adolescente embarazada que se llama Miseria y que es la novia de Walter, el hermano de Cometierra.

Cometierra es la protagonista de la primera novela de Reyes, un thriller bonaerense que cuenta la historia de una niña vidente que tragó tierra y supo en una visión que su padre había matado a golpes a su madre. Ese libro fue publicada por Sigilo en 2019 y fue un éxito instantáneo: traducción a doce idiomas (Eartheater, Cometerra, Mangeterre…), finalista en unos cuantos premios, aclamación y aplausos…

… Y ahora Cometierra está dibujada en el otro brazo de Reyes.

En Miseria, la segunda parte de la historia, Cometierra, Walter y Miseria se instalan en el barrio de Liniers, en el borde de la ciudad de Buenos Aires. Hay mujeres que han desaparecido y Miseria le dice a Cometierra: “Acá desaparece gente todo el tiempo. Acá tu don es oro”. El don es la clarividencia de encontrar personas desaparecidas o muertas.

Miseria es un esperable (¿inevitable?) salto de Reyes al mainstream del catálogo de Alfaguara. Hay misterio, adivinación, muerte y, al mismo tiempo, renacimiento: la joven Cometierra —“la heroína que nos estaba haciendo falta”, según la describió Gabriela Cabezón Cámara— vuelve a ofrecer su ayuda.

Ahora que empezamos a hablar, Reyes se mira su nuevo tatuaje. La artista Isabel Gruppo lo creó para la portada de Miseria y se lo punteó en una única sesión de cinco horas, hace una semana. “Yo me tatúo solo con mujeres”, me dice Reyes.

El tatuaje ya está ahí y la novela a punto de agotar su primera edición de 7.500 ejemplares, y esto recién empieza: vienen ferias, viajes, presentaciones, Bogotá, Madrid, Buenos Aires. “Estoy contenta y a la vez, bueno, un poco abrumada”, sigue ella.

Un mes atrás pidió una licencia en la secretaría de la escuela número 41 de Pablo Podestá, donde trabajaba hasta que esta vida acelerada de autora exitosa se lo tragó todo. (No, todo no: en un único calendario Reyes debe congeniar estas actividades con la crianza de siete hijos de entre 11 y 27 años.)

[Imagen: @dolores.reyes.3]

“No sé hasta qué punto tengo una vida de escritora…”, duda. “Comparando con otras vidas de escritores o escritoras, creo que la mía es bastante distinta en un montón de puntos. Yo me considero una persona a la que siempre le gustó la literatura. Soy absolutamente apasionada de la lectura”.

En su casa había una biblioteca. Su madre trabajaba en un banco y su padre era docente. Tenían libros de política y de educación; y todos los de Centro Editor de América Latina. Su tía, profesora, le dejaba leer manuales y si Reyes encontraba ahí un cuento de Elsa Bornemann, sentía que tenía una joya. “Cuando iba al secundario escribía y después, bueno, a los 21 años ya tenía a mis cuatro hijos mayores y tuve que posponer un montón de cosas. Nunca pospuse la lectura”.

2

—¿Cómo creaste Miseria?
—Hay algunas cosas de Cometierra, algunas historias y algunos personajes que yo sabía que no habían cerrado del todo. Por un lado, tenía ganas de seguir pensando esas historias. Por el otro lado, en el final de Cometierra los personajes principales quedan en determinados momentos. Qué pasaba después también era una pregunta que me hacía todo el tiempo, y hay un personaje que entra ahí, que es Miseria.

Reyes se extiende en su respuesta:

✳️ “Miseria es un personaje que tiene tanto de mis alumnas de la escuela, tanto de esos pibes superflaquitos que tienen diez millones de carencias por la condena a precarización de su vida desde que han nacido, con cuatro generaciones que jamás tuvieron un trabajo en blanco, con un nivel de precarización que a veces es difícil pensar…”

✳️ “Más allá de eso, siempre me encuentro con seres hermosos, magnéticos, con un brillo vital increíble, que uno quisiera imitar, con una llamarada de vida que es propia como una magia, una riqueza más allá de la condena a esta pobreza material impuesta por el mundo de los adultos.”

✳️ “Y de esa forma compuse a Miseria, y yo sabía que era un personaje que estaba entrando al final de Cometierra y que era periférico. No voy a decir que uso procedimientos saereanos porque no me animaría para nada, al único que le sale bien hacer eso es a [Hernán] Ronsino. Pero yo soy muy fan de Saer, y lo que me encantaba de él es que a veces algún personaje pequeñito de una novela pasa a ser absolutamente central en otra. Eso es lo que quise hacer con Miseria, si bien Cometierra está presente: son dos voces narrando.”

[Imagen: @caligramalibros]

—¿Te lanzaste a escribir en la computadora con la hoja en blanco o te armaste antes un mapa y unas notas?
—No, nunca mapa, nunca notas, yo tengo en la cabeza qué quiero contar. Muchísimas cosas ya las tengo en la cabeza antes de empezar a escribir, muchas veces tienen que ver incluso con la estructura, y desde ahí voy desarrollando. Hay algo que es absolutamente de la praxis de escribir, y que va surgiendo en el momento en que te sentás, algo que no lo habías pensado y que no hubiese nacido si vos no te hubieses sentado con esa computadora. Porque cuando uno escribe también se da cuenta de las cosas.

✳️ Sigue:

“Esa exploración casi experimental, eso que se genera incluso con la combinatoria de palabras que excede mucho más a la significación de las palabras, algo de eso se produce en el momento de escritura, y uno lo va midiendo, yo soy muy de hacer diez millones de versiones y de corregir y corregir, y veo cómo van cambiando las versiones, cómo va creciendo un texto, cómo son las decisiones que uno toma sobre el propio material… ¿Qué pasa ahí? De la primera versión de Miseria quedaron siete palabras.

“A veces vos arrancás la trama y vas buscando: en un momento decanta el tono, algo de la relación propia que va a tener esa esa novela con con el lenguaje, entonces tenés que volver para atrás y homologar y cambiar tu propia escritura porque le encontraste el tono, porque un personaje mutó en una voz de tal y cual manera. Yo quería una novela a dos voces en Miseria, pero tenía claras las dificultades también, porque son dos pibas que manejan el mismo socioelecto. Y había que armar el personaje de Miseria, y ahí sí se hace un contrapeso con el de Cometierra”.

3

Fue hace diez años que Reyes quiso volver a conectarse con la escritura. Sus hijos estaban más grandes y parecía que había un poco más de tiempo. Se anotó entonces en un taller que dictaba Selva Almada, a quien leía. Después continuó con Julián López. Ahí nació Cometierra.

Recuerda Selva Almada:

“Era un taller de escritura y trabajábamos con consignas disparadoras. Dolores ya era una escritora cuando vino al taller, quiero decir que aunque todavía no había publicado tenía una escritura propia, búsquedas propias, además de una cantidad apabullante de lecturas y, sobre todo, lo que marca la diferencia siempre: Dolores tenía una mirada propia sobre el mundo y eso se notó desde el primer relato que trajo al taller. No creo que en los talleres se pueda enseñar a escribir, sino que en todo caso se puede acompañar un trabajo que siempre es bastante solitario.

“Uno de esos relatos que Dolores escribía entonces fue el germen de Cometierra. Al año siguiente empezó a venir a la clínica de escritura que hacíamos con Julián López y siguió escribiendo, construyendo ese universo hermoso y tremendo que es Cometierra. Creo que su novela ha tenido y tiene y seguirá teniendo tantos lectores y lectoras porque es un libro buenísimo, porque Cometierra es un personaje entrañable y porque hay una música ahí, en esa escritura, que hace que te quedes, que quieras quedarte mucho tiempo, que siga resonando en tu cabeza y en tu corazón cuando cerrás el libro.”

4

Gracias a Almada y a López, Maximiliano Papandrea, el director editorial de Sigilo, se enteró de la existencia de Dolores Reyes y de Cometierra. El trabajo de edición que hicieron de la novela juntos duraría casi dos años. Dice Papandrea:

“Sentí que habíamos encontrado una voz nueva, una escritora verdadera, que es lo que buscamos en la editorial todo el tiempo. Dolores había creado un personaje que se cuenta solo, desde el mismo nombre. El don de Cometierra, que ella carga como una condena, es político y social, viene a traer una forma de reparación ahí donde no hay ni amparo ni justicia. La novela está escrita con un estilo que mezcla lirismo, una oralidad muy actual y una convicción expresiva que por momentos te deja mudo.”

Le pregunto a qué se debió su éxito. Papandrea responde:

“Intentar explicar un fenómeno de ventas tan grande puede dejar en ridículo a cualquiera. Lo más obvio y comentado es que Cometierra aparece en pleno estallido del feminismo latinoamericano y les da una voz genuina –en la forma de ficción en primera persona– a muchos de esos reclamos y reivindicaciones que ponen en la superficie una realidad hasta entonces negada e invisibilizada.

“Pero solamente con un tema urgente no se escribe una buena novela. Podría mencionar otros factores, y desarrollarlos (por ejemplo, que los protagonistas sean adolescentes desamparados), pero quizás la explicación sea más simple (y más linda): Cometierra tiene muchos elementos propios de la ficción que la convierten en un clásico popular y Dolores, como figura de escritora, también tiene esa capacidad de hablarles a miles de personas.”

5

El viento que arrasa me sigue volando la cabeza hasta el día de hoy”, dice Dolores Reyes sobre el libro de Selva Almada.

“Quería hacer taller con ella. Ese año fue un año de escritura con la consigna de pequeños cuentos, y trabajamos con los dos y después Selva se fue a hacer una residencia o tenía muchas actividades por un libro afuera del país, y yo me fui a trabajar con Julián. Él hacía algo que era muy interesante: cuando leían mis compañeros o cuando leía yo, él cerraba los ojos como para concentrarse mucho en la voz de los personajes o en el tono del texto. Eso me quedó, me quedó esa costumbre o ese vicio que me sirve muchísimo para concentrarme en la voz. Me olvido de la persona que está leyendo y escucho la voz, el tono de ese texto”.

En el taller alguien leyó un texto muy poético, que terminaba en: “Tierra de cementerio”.

“Y yo había hecho esto que hacía mucho Julián: cerrar los ojos para concentrarme”, recuerda Reyes. “Cerré los ojos y se me apareció una nena sentada en el cementerio, de pelo largo, flaquita y lo que hacía era comer tierra, una imagen que me pareció tan potente como una piña en la cara. Dejé de lado los relatos que tenía y empecé a armar esa escena. Era algo muy potente, era muy intrigante y empecé a pensar qué le pasaba a esa a esa nena. Por qué comía la tierra de un cementerio, que está necesariamente en contacto con otros cuerpos. ¿Qué puede pasar cuando uno come esa tierra? Dejamos una huella en la tierra que habitamos. La tierra nos conoce”.

La edición holandesa de Cometierra. Imagen: @dolores.reyes.3

6

—Miseria y Cometierra son adolescentes. ¿Cómo eras vos en tu adolescencia?

—La adolescencia es muy, muy loca porque fue una de las etapas más felices de mi vida, a la vez que tenía un nivel de inconsciencia absoluta. Si cualquiera de mis hijos hiciera el 20 por ciento de las cosas que hacía yo en la adolescencia, estaría infartada. Entraba al Parakultural a los 13 años y a los 14 iba a Die Schule. Cemento era mi segundo hogar, prácticamente. Yo entraba porque mis cuatro hijos mayores son hijos de uno de los cantantes de Todos Tus Muertos, yo no pagaba nada, entraba directamente, tenía 16 años y estaba embarazada…

✳️ Sigue:

“Eran otros tiempos muy violentos, postdictadura pero también muy intensos, muy ricos: los fanzines y toda esa ebullición del under y de la música absolutamente me marcaron a fuego y me hicieron ser quien yo soy. Pero bueno, muchos amigos muertos, a muchos se los llevó el SIDA, a muchos se los llevaron las drogas, a muchos se los llevó la vida punk, que no se la aconsejaría ahora a las adolescencias. Hay un antes y después de Cromañón: en esa época no pedían documentos en ninguno de estos lugares. Íbamos a ver a 2 Minutos, Flema, a una infinidad de bandas hardcore, y también era una época de militancia. Yo militaba desde los 14 años y todo era culturalmente muy rico. No había internet, había mucha lectura, fotocopias a full, fanzines, autopublicación, yo tengo algunos míos guardados como una suerte de papiros. Los años de la adolescencia fueron muy felices pero de una inconsciencia total: yo siento que expuse la vida entera diez millones de veces.”

7

“Hay muchísimas cosas que no se eligen”, me dice Reyes cuando la entrevista ya está llegando al final. Antonio Di Benedetto, recuerda, señaló que lo único que se elige es seguir viviendo. “Me parece que la gran mayoría de las cosas no las elegimos, ¿no?”.

La ficción era para ella una compañía contra el aburrimiento. Y ella detestaba el aburrimiento. Por eso cree que la ficción no fue una cosa que eligió, sino que se impuso.

“Con las historias es como con el fogón primitivo”, me dice, “nos sentamos y nos contamos cuentos y guitarreamos y compartimos en ida y vuelta, y jugamos también con la lengua. Hay algo muy lúdico ahí, por más que las historias sean terribles. Me encanta que me cuenten historias. Me encanta contar historias. No lo dije, pero soy lectora desde muy chica de [Stephen] King y lo siento ya como una compañía de toda mi vida, es parte de mi experiencia vital y elijo seguir contando. Mi lugar más cómodo y expansivo, y el que siento más libre, es la ficción”.

🔺🔻 Entonces nos despedimos. La vida de escritora, esa vida acelerada que ella no sabe si llamar así, debe continuar. Y acaso no sea una vida de escritora, pero seguro es una vida de escritura.

Otro tema… Esta semana me compré la revista Rolling Stone porque su edición argentina está cumpliendo 25 años. La portada es eficaz: un guiño para los fans y un justo homenaje a Calamaro.

Fuimos muchísimos los que pasamos por esas páginas y por la redacción. Rolling Stone, más que un templo de rock and roll en papel, siempre fue un espacio de cultura de excelencia y una destacada escuela editorial.

Llegué a la revista como colaborador en 2003, me fui como editor en 2016. La distancia me permite ver todo lo que aprendí siendo parte de la nave comandada por el director editorial Juan Ortelli… y olvidar alguna discusión porque, admitámoslo: se trabajaba fuerte y los cierres eran túneles largos, tensos, de los que uno no sabía cómo iba a salir.

Dije que en Rolling Stone aprendí y para que no sean palabras vacías diré que aprendí a estructurar un texto, a mantener su foco, a limpiar lo que sobra, a evitar ese melodrama chapucero en el que los periodistas argentinos caemos tan seguido. Eso, y tanto más.

Al mismo tiempo, en Rolling Stone escribí crónicas que me marcaron profundamente: “Rápido. Furioso. Muerto”, “Fernando Esteche al descubierto”, “Muerte en el paraíso surfer”. Crónica a crónica entendí la esencia de lo que hacíamos: periodismo honesto y riguroso.

Mientras desarrollo esto siento que me encantaría volver a ser uno más en Rolling Stone, pero sé que es una fantasía porque ya estoy en otro tramo de mi camino. Así y todo, ahora quisiera regresar a esos tiempos de trabajo duro, entrega y rock and roll. Supongo que eso es lo que nos ocurre con un lugar donde algo nos fue revelado. Al final, pasan los años y uno sigue siendo parte de Rolling Stone.

Me despido con una foto de 2014, en la que estoy “editando” en la vieja redacción de la revista:

Sale los martes

Suscribite a SIE7E PÁRRAFOS

Bueno… por ahora lo dejamos acá. Podemos seguir la conversación por mail o en las redes. Y también podés contactarme en Twitter.

Si querés recomendarme libros, autores o temas para tratar, o contarme si leíste algo de lo que mencionamos, ¡adelante!

Nos vemos por ahí,

Javier