¡Hola! Frente a la sombra de la pandemia, se popularizó una nueva forma de compartir el amor por los libros: los vivos de Instagram. Hoy todos podemos ser influencers. Un recorrido por los live que estuve visitando (y por sus creadores).
¿Cuál fue tu live favorito de cuarentena? ¡Respondeme a este mismo mail!
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Hablemos de leer. El mundo del libro no es, como se sospecha, solitario y de solitarios, sino que se trata de un universo colectivo, muy vivo, en donde todos estamos juntos todo el tiempo, teniendo una conversación continua y apasionada.
¿La evidencia? Cómo con la pandemia todo lo que tiene que ver con el libro se volcó brutalmente a las redes sociales. Ahora la oferta de espacios en Instagram que hablan de libros es casi infinita. Librerías, agentes, editoriales, críticos literarios, aficionados, autores y autoras: todos tienen su live semanal.
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Intimidad pública. Como dice Santiago Llach, “con la sombra de la muerte pandémica, descubrimos los vivos. Pero de Instagram”. El otro día/semana/mes, Agustina Gatto, la actriz y autora de teatro, me escribió: “En la era de los vivos, te invito a un vivo”. Sólo nos habíamos cruzado al pasar una vez en una radio. Ella me escuchó hablar sobre Shakespeare en un vivo sobre Borges. Un poco crisis-es-oportunidad: a través de los vivos pudimos conocer, conectarnos y conversar con gente con la que tal vez jamás me habría cruzado en la vieja normalidad.
Algo que él celebra
porque, en su caso, se convirtieron casi en una rutina de compañía en esta
época de aislamiento, y tienen esa mezcla de amateurismo y profesionalidad, de intimidad
y vida pública que le suma gracia. “Te asomás a las casas de la gente y a sus errores.
Y de repente hay gente que descubre sus dotes de entrevistador”, dice.
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Lo comercial y lo terapéutico. La agencia Indent Literary Agency, con base en Nueva York, representa a autores de habla española, portuguesa e inglesa. Andrea Montejo es la creadora. Hablo con ella porque no solo soy lectora de muchos de sus clientes, sino que el material que estuve viendo en sus redes sociales me gusta.
Cuando le pregunto por esta nueva ventana virtual al universo de la literatura, me cuenta que desde Indent notaron que cuando empezó la pandemia las editoriales, pero sobre todo los autores, estaban inquietos porque salían sus libros al mercado, pero no tenían forma de darle publicidad o de vivir la gira promocional.
Vieron en las redes sociales el ámbito natural para suplantar ese vacío aunque, dice Andrea, “muchos eventos virtuales eran, al comienzo, sobre todo lecturas, y eran tediosas. Entonces decidimos aprovechar los talentos de la agencia para armar charlas que fueran sobre los libros, pero sobre todo para estar con ellos, para que los escritores estén en acción. Además, tenemos autores que son amigos y aprovechamos eso porque descubrimos que la química era un factor importante. Terminó siendo algo que funcionó de cara al público y de cara a los editores. Y también creo que hacia el final resultó un poco terapéutico: vernos, encontrarnos un par de veces por semana, charlar. Es bonito pasar ese ratito con ellos”.
- Una recomendación. Uno de los autores de la agencia de Andrea es el guatemalteco Eduardo Halfon, conocidísimo fuera de Argentina, pero que nunca antes había sido publicado acá hasta abril de este año, cuando llegó con Biblioteca bizarra. Forma familia, con comodidad, con dos libros que también me encantaron y que ya recomendé: ¿Hay alguien ahí?, de Peter Orner; y Libros chiquitos, de Tamara Kamenszain [mirá acá abajo su entrevista ].
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Refugio, regalitos, bombones, instantes. Flavia Pittella es una recomendadora full-full que, a pesar de contar con aire suficiente, armó en su Instagram, con un formato caserísimo, la sección “Prepará un café y yo leo” en donde hace exactamente eso: lee, y los demás escuchamos.
Un proyecto que vino
—en sus términos— a proponerle refugio a las almas desesperadas por la
pandemia. “Lo que hago es elegir algo que esté en mi biblioteca o que haya
trabajado en la semana, y no importa si leo nacional o internacional, poesía,
cuento o ensayo: todo cae bien. La gente ama que le lean”.
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Manotazos de contención. Florencia Scarpatti es, ante todo, una lectora omnívora. Y su actividad —leer y recomendar–, con el coronavirus, se rebalsó de los medios en los que trabaja a sus redes sociales. “En la pandemia fui de las que, al principio, no pudo leer”, me dice, “aunque ahora por suerte eso cambió rotundamente. Y con el cambio y la lectura voraz, vino espontáneamente el deseo de recomendar. Empecé con Eudora Welty, porque leí un cuento de ella que me conmocionó y necesité compartirlo y charlarlo. Y ahí la invité a Laura Galarza, que había dado un taller sobre ella”.
Su periplo en IG empezó con el “Libropalooza” —que organizó Maru Drozd, de @lagenteandaleyendo otra cuenta muy activa—, una maratón de seis horas en la que, cada media hora, un lector recomendaba textos y mostraba su biblioteca en Instagram Live con una especie de pase de postas muy divertido.
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La intimidad prístina de la literatura. De Cristina Pérez es conocidisimo su perfil mediático. Menos frecuente es su faceta literaria. En 2011 publicó Cuentos inesperados, y en 2015 la novela El jardín de los delatores, pero también es fanática de Shakespeare —del que se sabe sonetos enteros de memoria— y de Borges.
En su Instagram se destacó por su homenaje a Borges en el ciclo caserísimo que armó llamado “Lecturas borgianas”, a la espera del cumpleaños 121 del ciego, en donde casi todos los días leyó un fragmento de su elección. De una sensibilidad dulcísima, en uno de esos capítulos llora leyendo “La casa de Asterión”.
Le pregunto por eso y
me cuenta: “En las redes la palabra dicha en voz alta tiene la intimidad
prístina de la literatura porque permite llevar las palabras a su música,
convertirlas en un momento ritual, ponerlas a sonar y a resonar, y
compartirlas. Y eso también nos hace volver a darnos cuenta del efecto
artístico que tiene en el alma ese momento. Yo soy de leer en voz alta, de
memorizar sonetos de Shakespeare, de hacerlos míos. Y sentí que podía contar
algo muy verdadero, muy de mí misma. Con Borges sentí el amor, la amorosidad de
esperar su cumpleaños, que es algo que hago todos los años. Y poder compartirlo
así me nació del corazón, y entonces hice algo que era muy privado de forma
pública”.
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Ser absolutamente modernos. Daniel Mecca es periodista, docente y poeta, y su actividad virtual es intensa. Cuando le pregunto sobre su experiencia, me cuenta que en los vivos de Instagram encontró la forma de darle continuidad a la consigna de Arthur Rimbaud, la de ser absolutamente modernos.
“El ser ‘absolutamente moderno’ no es simplemente adaptarse a una plataforma nueva, sino poder advertir, anticipar, los modos de la etapa y obrar en función de eso”, dice.
Desde su Instagram, lanzó en marzo-abril un ciclo de entrevistas en vivo sobre libros donde pasaron de Cecilia Roth a Leo Sbaraglia, y que continúa en la actualidad. También tuvo otros dos ciclos por la misma plataforma: uno de libros con Nicolás Artusi y otro programa que hizo durante meses con Thelma Fardin, Nada se opone a la noche. Finalmente, organizó un “Borgespalooza”.
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Tres preguntas a Tamara Kamenszain [por Javier Sinay]. En su nuevo trabajo, Libros chiquitos, la poeta y ensayista de culto dice que sus lecturas preferidas son las que la impulsan a escribir. Y su escritura, definitivamente, nos impulsa a leer.
- Libros chiquitos es un despliegue de lecturas. ¿Qué estás leyendo ahora mismo?
Leo mucho pero con otro tipo de necesidad, diría. Siempre suelo estar leyendo varias cosas al mismo tiempo y privilegiando lo que me sirve para escribir, pero ahora se me impone leer tiradas largas que me cuenten muchas cosas (en un sentido y reduciéndolo un poco, serían lo opuesto a los libros “chiquitos”, aunque esa definición no aludía tanto a la extensión como a la intención). Necesito ahora mismo el tipo de libros que leía en el siglo XX. Por ejemplo, lamento haberme devorado En busca del tiempo perdido cuando era joven, porque creo que sería ideal para leer en medio de esta sensación de tiempo suspendido que nos envuelve a todos. Ahora mismo estoy con el tercer tomo de Mi lucha, la saga de Karl Ove Knausgård, que yo definiría como una especie de tiempo perdido pero posmo (o sea, perdido en serio…).
- Los últimos libros que publicaste son ensayos. ¿Seguís escribiendo poesía?
Bueno, no estoy tan segura de que mis dos últimos libros hayan sido ensayos. Libros chiquitos, el último, seguramente lo fue, pero el anterior, El libro de Tamar, diría que es de género dudoso. La editorial lo incluyó en su colección de narrativa, algunos lo consideraron un ensayo, otros me dicen “tu novela” y algunos incluso me llegan a decir que eso es poesía. El libro que estoy terminando ahora es en verso (o mejor en “prosa cortada” como la llamaba Osvaldo Lamborghini) pero a la vez es todo un rollo que no se puede cortar –como se cortarían los ñoquis– porque tiene un hilo narrativo (y también ensayístico) que lo ata. Ese es el lugar que ocupa hoy la poesía en mi vida: de corte y a la vez de confección.
- ¿Qué marcas percibís que dejará la cuarentena en lo que se está escribiendo?
No me gustan las predicciones. Prefiero, una vez más, aquel paradigmático verso de Vallejo que dice “Hay golpes en la vida tan fuertes….Yo no sé”. Yo tampoco sé, sólo te puedo decir que el presente está dejando marcas y va a ser muy interesante encontrarlas vivas en nuestras lecturas futuras. Hoy mejor ser más modestos y trabajar en silencio, dentro de casa, sin apurarnos a querer consignarlo todo y atajando lo mejor posible los golpes de la vida.
Espero que te haya gustado el envío de hoy. Yo me retiro a seguir buscando libros. ¿Dudas? ¿Sugerencias? ¿Lecturas? Escribinos, a mí o a Javier Sinay, a [email protected]
Va un fuerte abrazo,
Flor
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