¡Hola! La industria editorial recibió el mazazo de la cuarentena obligatoria. Frente a ese escenario, las editoriales y las librerías independientes fueron las que mejor supieron sortear el golpe.

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Librería Norte, en Avenida Las Heras.

Esquivar el témpano. En un contexto de fuerte crisis, la industria editorial encontró una trinchera invaluable en las librerías pequeñas y medianas. Esto sucedió, en parte, porque estas librerías junto a las editoriales independientes formaron, a lo largo de los años, un entramado muy fuerte.

El trato tête à tête (tanto de editoriales a librerías como de libreros a lectores) hizo la diferencia. Así, frente al iceberg del coronavirus, los grandes grupos editoriales y las cadenas de librerías, como el Titanic, no tuvieron espacio suficiente para maniobrar sus naves. En cambio, navegando a su sombra, los barcos chicos pudieron esquivar el témpano, aunque no sin sacudirse con el oleaje.

  • La venganza de las pymes. La pandemia expuso dos problemas: las grandes cadenas de librerías, que representan un porcentaje importante de las ventas, tuvieron serios problemas con el pago a las editoriales. Y las editoriales grandes tuvieron complicaciones con la distribución de libros. La deuda es tan grande que la mayoría de los consultados para este newsletter prefirieron hablar en off. Es comprensible, nadie quiere provocar a quien te debe tanta plata.

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El off de los editores. “Las ventas no son una panacea, pero no se desplomaron. La torta sigue igual o levemente más pequeña, pero se está repartiendo entre otros jugadores. Las librerías chiquitas que reaccionaron rápido con el delivery ganaron”, me dice un editor. Para él, eso se puede comprobar en el hecho de que la librerías  independientes están absorbiendo la parte de la torta que las grandes cadenas no está copando. Además, frente a la incertidumbre, dice, parecen haber decidido dejar de pagarles a las editoriales, mostraron su peor cara. “Como sabemos, son libros que ya vendieron y cobraron, pero ese dinero no se giró”.

  • Otro editor me dice: “Yenny y Cúspide, las dos cadenas de librerías más grandes del país, que representaban, por ejemplo para las grandes editoriales, cerca del 40% de las ventas totales, en plena pandemia pasaron a representar el 20%. ¡Es la venganza de las pymes!”.
  • Frente a esto, Pablo Braun, dueño de la librería Eterna Cadencia, dice: “Las editoriales chicas son las que más rápido respondieron, así que por suerte arreglaron sus stocks y siguieron vendiendo. Eso pasó con las editoriales chicas y con las distribuidoras: reaccionaron muy bien y de inmediato”. Porque cuanto más grande era la editorial, más difícil fue el asunto de la reposición de libros. Débora Yanover, de la Librería Norte, lo pone así: “Las grandes editoriales tardan más de un mes en reponer. Si pediste, por ejemplo, Harry Potter en mayo, lo vas  a tener a principios de julio. Aunque Planeta está reaccionando más rápido”.

Uno de los resultados de este proceso es que las editoriales grandes descubrieron un nuevo aliado comercial. Cecilia Fanti, dueña de la librería Céspedes, dice: “Prepandemia las librerías independientes recibíamos por parte de las editoriales grandes lo que no estaba destinado a las cadenas. Ahora, el escenario cambió, porque las editoriales sí nos priorizan”.

Señala: “Pagamos, compramos en firme, cumplimos. Somos personas hablando con personas y jerarquizamos las charlas que tenemos. Entre los que hacen libros y los que los vendemos. Un reconocimiento que llega de una manera rara e inesperada y hay que aprovecharlo”. En línea con esto, varios directores editoriales coinciden: “Las independientes están siendo impecables: venden, piden, pagan”-

Maxi Papandres, editor del sello Sigilo, matiza un poco el drama del nuevo escenario: “La pandemia nos está perjudicando menos de lo que habíamos imaginado. Las ventas bajaron dramáticamente las primeras semanas de confinamiento, pero después se fueron reacomodando”.

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Las librerías de barrio dicen: “Buena relación con sus clientes, buenas redes sociales, buen servicio de envíos”.

El barrio. Quedate en casa, de alguna manera, quiso decir quedate en el barrio. Las compras, ahora, se hacen en los mercados de cercanía. En ese contexto, muchos libreros opinan: “Ganamos en el sentido de que la gente empezó a moverse por su barrio”.

  • En la cuenta de Twitter de la editorial Blatt & Ríos, esta semana se leyó: “Buena relación con sus clientes, buenas redes sociales, buen servicio de envíos. Esas parecen las claves de las librerías en cuarentena. Las grandes cadenas no han logrado adaptarse, y deberían porque tal vez se demore la normalidad”.

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Ventas virtuales. Una de las claves de supervivencia de las editoriales y las librerías independientes fue su adaptación al entorno digital. Se cerraron las puertas, pero quedó WhatsApp, digamos. Por otra parte, las redes sociales se volvieron fundamentales. Hubo, en todo el proceso, una aceleración hacia los métodos de venta no presenciales, como si se hubiera acercado el futuro. Por ejemplo, “Instagram –dice Sandro, de la Librería Norte– se convirtió en una vidriera indispensable”.

  • La deuda de las cadenas de librerías empujó a que las editoriales se pusieran a vender en Mercadolibre, algo que también generó roces con algunas librerías chicas. “Se sabe que la pandemia aceleró todos los procesos de cambio —me dicen—. Del mismo modo, se sabía que era algo que iba a terminar pasando, todos estaban esperándolo (para bien o para mal), pero no se esperaba que fuera inmediato. Igualmente, Mercadolibre hasta ahora no la rompe, es equivalente a la venta en una librería. El mercado se sostiene —señalan todos con énfasis— con las librerías independientes”.
  • Cecilia Fanti dice: “La dinámica cambió mucho: yo abría el lunes a las 10 y quizás hasta las 11 no aparecía ningún cliente. Ahora me levanto el lunes y a las 10 ya tengo 20 chats activos pidiendo libros. Somos un call center con personal capacitado para recomendar libros. Nosotros somos una librería de recomendaciones”, es decir, que no depende de las ventas que promueve el mercado.

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La clave está en el fondo. Las librerías pequeñas suman otra virtud además del trato directo, el cuidado y la cercanía: el fondo editorial. Esto es, la acumulación de libros que no son exactamente novedades, sino libros que contienen otro valor. “Norte –explica Sandro– es una librería que tiene muchísimos, pero muchísimos proveedores, lo que implica entre otras cosas, la gran diversidad de material que ofrecemos, y que en un momento en que se contrae la oferta de las grandes, permite mantener vivo el fondo”.

  • Otro director editorial me dijo: “El fondo es lo que vende (más que en momentos normales) y aunque salieron algunas novedades, no veo que eso vaya a volver-volver hasta que la gente pueda entrar, mínimo, a hojear un libro en una librería”. 

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Tres preguntas a Luis Sagasti [por Javier Sinay]. El autor bahiense presenta Leyden Ltd., vuelve a desafiar las formas convencionales de la novela y explica cómo hace para ordenar el caos de la realidad con sus historias.

  • ¿En el siglo XXI el esquema clásico de introducción-nudo-desenlace ya es una antigüedad?
    Pese a que nuestros hábitos de consumo de bienes culturales o nuestra manera de comunicarnos y hasta relacionarnos con otros hayan cambiado -o estén en proceso de cambio, mejor- no diría que esa estructura es una antigüedad. Persiste, y muchas veces con eficacia, no solo en literatura de género. Si se mantiene un compromiso con el lenguaje o se presenta una indagación novedosa sobre ciertas tensiones existenciales, la estructura clásica, por así decir, puede constituir el  soporte indicado para ciertos fines. Mi forma de narrar rehúye de ese esquema porque me es insuficiente para dar cuenta de ciertas intuiciones. Incluso, diría, que en la forma misma, más que en el contenido, encuentro mejor lo que quiero expresar.
  • ¿Cuán caótica se vuelve la realidad a la hora de contar una historia?
    Creo que se cuentan historias para darle sentido al caos, a lo que pareciera ser más o menos informe o nuboso. Los relatos confieren una dirección geométrica –rectilínea, circular, espiral- a un estado de cosas que siempre se presenta algo confuso. Creo que cuando los intentos de construir sentidos son serios, comprometidos, la realidad se presenta más gaseosa de lo que suele ser. La realidad hoy se presenta muchas veces como un aleph. Y una cosa es el intento de contar ese aleph sabiendo la naturaleza sucesiva del lenguaje y otra, y no lo digo con desdén, es dar cuenta de las cartas que Beatriz Viterbo le escribía a Daneri. Encuentro en la yuxtaposición, la fragmentación y la discontinuidad de relatos que integran un texto una herramienta casi involuntaria de narrar ese aleph.
  • ¿Qué fue lo mejor que leíste últimamente?
    Me gustó mucho Me acuerdo, de Martín Kohan; El trabajo de los ojos, de Mercedes Halfon, El arte de perderse, de Rebecca Solnit.

Espero que te haya gustado el envío de hoy. Yo me retiro a seguir buscando libros. ¿Dudas? ¿Sugerencias? ¿Lecturas? Escribinos, a mí o a Javier Sinay, a [email protected]

Va un fuerte abrazo,
Flor

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Sobre libros y escritores. Todos los martes, por Javier Sinay.

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La entrada Por qué la pandemia le dio revancha a las librerías pequeñas y medianas se publicó primero en RED/ACCIÓN.